martes, 9 de diciembre de 2008

La casa de la muerte del Dr. Holmes

En el seno de una familia honrada y puritana nacía en 1860 Herman Webster Mudgett, conocido como el Doctor Holmes, esto en Gilmanton. Un hombre poseído por un materialismo que le hacía conseguir dinero sea cómo sea llevándolo al extremo de matar y con un temprano interés enfermizo por las mujeres. Inició una vida de oportunista a los 18 años cuando se casó con la adinerada joven Clara Louering. Una vez que consigue sus estudios de medicina en la Universidad de Michigan a costa de la fortuna de su esposa y de arruinar a la misma, se instala un año en Nueva York para ejercer su profesión. Finalmente, en Englewood (New Jersey) logra la gerencia de una farmacia al convertir a la propietaria en su amante, esto le permitió adueñarse de la totalidad de los bienes e hizo “desaparecer” a su querida.
En 1893 se llevaría a cabo La Exposición de Chicago a la que acudirían muchas mujeres millonarias y solteras, pensó Holmes. Así que, mediante múltiples estafas logró construir un gran hotel semejante a una fortaleza medieval cuyo diseño estuvo en sus manos, con el objetivo de apoderarse de sus pertenencias… y de divertirse un rato. Las habitaciones del gran aposento contaban con trampas y puertas corredizas que desembocaban en un laberinto de pasillos secretos, en las paredes de estos pasillos había agujeros disimulados por donde el doctor observaba a las desprevenidas huéspedes deambular. Bajo los pisos de madera instaló una conexión eléctrica que le permitía, mediante un panel indicador instalado en su oficina, rastrear a sus futuras víctimas. Manejaba, además, los grifos de gas que, conectados a las habitaciones le permitían matar a varias mujeres sin moverse de su lugar. Muchas eran llevadas al lugar con la promesa de matrimonio y luego eran forzadas por tortura a firmar poderes en su favor, cediéndole toda la fortuna, otras eran asesinadas para cobrar los seguros mientras algunas corrían con “mejor suerte” y eran violadas. Había construido una habitación donde se encontró gran cantidad de herramientas de tortura, como por ejemplo, una máquina para hacer cosquillas en los pies matando morir de risa a sus victimas. Los cadáveres eran llevados a los sótanos mediantes montacargas donde eran deshechos en piscinas con ácido sulfúrico, convertidos en polvo en chimeneas gigantes o bien, sumergidos en cal viva. En muchas oportunidades desmembraba y desgarraba los cuerpos para experimentar con ellos.
Cuando los ingresos en su hotel disminuyeron decidió refugiarse en Texas. Allí, junto a un cómplice planeó una estafa: Su compañero debía contratar un seguro de vida en Filadelfia y, después de un tiempo, su esposa, la señora Pitizel se presentaría en la aseguradora, con un cadáver anónimo que estaría desfigurado, para reclamar la prima contratada. Una vez cobrado el dinero, mata a su compinche, junto con sus hijos y esposa. Sin embargo, fue denunciado por un compañero de celda que se dio cuenta del plan por lo que la policía inició una minuciosa investigación hasta que el Dr. Holmes confesó el asesinato de la familia Pitizel. Frente al tribunal, se divertía burlándose de las autoridades admitiendo homicidios de personas que estaban aún con vida. Él admitió matar a 27 personas, sin embargo, los indicios recolectados en su famoso hotel indicaban más de 200. El doctor fue condenado a sus 35años a muerte y su sentencia se cumplió el 7 de mayo de 1896.


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