jueves, 11 de diciembre de 2008

Crímenes del siglo XIX

Por allá del siglo XIX era mucho más común escuchar acerca de casos de crueles asesinos en serie, desde doctores hasta condesas forman parte de historias que hoy simplemente recordamos pero que un día sembraron el terror y causaron daño a muchas personas. A continuación, algunos casos interesantes.

martes, 9 de diciembre de 2008

La condesa que buscaba juventud eterna



Erzsebet Báthory fue una aristócrata húngara perteneciente a una de las más ilustres familias de Europa descendientes de un poderoso clan de los hunos, sin embargo, su influencia se desvaneció poco a poco hasta desaparecer hacia la segunda mitad del siglo XVII. A sus quince años, dueña de una excepcional belleza, contrae matrimonio con el conde Ferencz Nádasy, conocido como “El Héroe Negro” y se mudan al lejano castillo Csejthe. Estaba rodeada por personas practicantes de esoterismo y magia negra que sin duda influenciaron su pensamiento y creencias, esto unido a la continua ausencia de su esposo hizo que empezara a manifestarse su perversidad. Por ejemplo, creía que sus dolores de cabeza se desvanecían al morder a sus doncellas, por ello, cuando sufría de jaquecas las pobres muchachas eran mordisqueadas. Entre sus pasatiempos contaban pinzar a sus costureras con agujas mientras contemplaba la sangre brotar o bien, cubría el cuerpo de alguna sirvienta con miel y observaba cómo las hormigas la torturaban.
La situación se agravó cuando los cuatro embarazos de sus hijos le pasaron la factura. Su vieja niñera le aconsejó bañarse con sangre de doncella para que se conservara eternamente joven. Cierto día quiso confirmar esas palabras, así que mientras una doncella la limpiaba la abofeteó de manera que la hizo sangrar, parte del flujo salpicó en su mano y ella al observarse, creyó que su piel estaba más blanca y tersa. A partir de este momento, los baños de sangre se convirtieron en su obsesión y un carruaje negro con el emblema de la Condesa Báthory acompañado de un grupo de brujas recorría el pueblo en busca de jóvenes hermosas y con buena salud que eran reclutadas en el castillo (bajo la promesa de trabajo), sometidas a tormentos: eran azotadas hasta morir, quemadas en los pechos, pies y genitales con hierros candentes; con sus bocas cosidas para que no escuchar los gritos, cortaban sus venas y arterias mientras la bañera se llenaba de sangre para que ella tomara sus baños rejuvenecedores. Pero su más famoso entretenimiento fue “La Doncella de hierro”, una muñeca de tamaño natural, con cabello rubio, joyas y maquillaje; abrazaba a las víctimas de la condesa y sus falsos senos se abrían apuñalando a su presa, posteriormente eran degolladas y la sangre bebida por Erzsebet.
Gracias a once años de desapariciones sin explicación y a la ayuda de unos lobos que desenterraron cuatro cadáveres alrededor del castillo, las autoridades comenzaron a investigar: encontraron a la condesa realizando uno de sus rituales sangrientos. A la “dama” le perdonaron la vida y la encarcelaron en una habitación con solo un agujero donde le pasaban el alimento y agua, murió cuatro años después con 610 víctimas contadas. Su conducta sangrienta, se debe a la condición endogámica (contraer matrimonio entre familia) que requiere la nobleza húngara para mantener sus posesiones. Este hábito provoca enfermedades mentales y psicosis.

La casa de la muerte del Dr. Holmes

En el seno de una familia honrada y puritana nacía en 1860 Herman Webster Mudgett, conocido como el Doctor Holmes, esto en Gilmanton. Un hombre poseído por un materialismo que le hacía conseguir dinero sea cómo sea llevándolo al extremo de matar y con un temprano interés enfermizo por las mujeres. Inició una vida de oportunista a los 18 años cuando se casó con la adinerada joven Clara Louering. Una vez que consigue sus estudios de medicina en la Universidad de Michigan a costa de la fortuna de su esposa y de arruinar a la misma, se instala un año en Nueva York para ejercer su profesión. Finalmente, en Englewood (New Jersey) logra la gerencia de una farmacia al convertir a la propietaria en su amante, esto le permitió adueñarse de la totalidad de los bienes e hizo “desaparecer” a su querida.
En 1893 se llevaría a cabo La Exposición de Chicago a la que acudirían muchas mujeres millonarias y solteras, pensó Holmes. Así que, mediante múltiples estafas logró construir un gran hotel semejante a una fortaleza medieval cuyo diseño estuvo en sus manos, con el objetivo de apoderarse de sus pertenencias… y de divertirse un rato. Las habitaciones del gran aposento contaban con trampas y puertas corredizas que desembocaban en un laberinto de pasillos secretos, en las paredes de estos pasillos había agujeros disimulados por donde el doctor observaba a las desprevenidas huéspedes deambular. Bajo los pisos de madera instaló una conexión eléctrica que le permitía, mediante un panel indicador instalado en su oficina, rastrear a sus futuras víctimas. Manejaba, además, los grifos de gas que, conectados a las habitaciones le permitían matar a varias mujeres sin moverse de su lugar. Muchas eran llevadas al lugar con la promesa de matrimonio y luego eran forzadas por tortura a firmar poderes en su favor, cediéndole toda la fortuna, otras eran asesinadas para cobrar los seguros mientras algunas corrían con “mejor suerte” y eran violadas. Había construido una habitación donde se encontró gran cantidad de herramientas de tortura, como por ejemplo, una máquina para hacer cosquillas en los pies matando morir de risa a sus victimas. Los cadáveres eran llevados a los sótanos mediantes montacargas donde eran deshechos en piscinas con ácido sulfúrico, convertidos en polvo en chimeneas gigantes o bien, sumergidos en cal viva. En muchas oportunidades desmembraba y desgarraba los cuerpos para experimentar con ellos.
Cuando los ingresos en su hotel disminuyeron decidió refugiarse en Texas. Allí, junto a un cómplice planeó una estafa: Su compañero debía contratar un seguro de vida en Filadelfia y, después de un tiempo, su esposa, la señora Pitizel se presentaría en la aseguradora, con un cadáver anónimo que estaría desfigurado, para reclamar la prima contratada. Una vez cobrado el dinero, mata a su compinche, junto con sus hijos y esposa. Sin embargo, fue denunciado por un compañero de celda que se dio cuenta del plan por lo que la policía inició una minuciosa investigación hasta que el Dr. Holmes confesó el asesinato de la familia Pitizel. Frente al tribunal, se divertía burlándose de las autoridades admitiendo homicidios de personas que estaban aún con vida. Él admitió matar a 27 personas, sin embargo, los indicios recolectados en su famoso hotel indicaban más de 200. El doctor fue condenado a sus 35años a muerte y su sentencia se cumplió el 7 de mayo de 1896.


lunes, 8 de diciembre de 2008

Un asesino fantásticamente cruel


Una asesino fantásticamente cruel

En esto de la criminalidad hay historias de historias, unas más conocidas que otras, en esta ocasión recordaré una para los que ya la conocen y la relataré para los que no… Se trata de Jack el Destripador. Esta vez nos trasladaremos a Londres, específicamente al barrio Whitechapel; que se convirtió en el castillo donde reinó el terror en el otoño de 1888. Durante diez semanas las páginas de los diarios londinenses publicaban alarmantes hechos a manos de una persona astuta y conocedora de la ciencia médica, pero enfermo mentalmente como para disfrutar con placer al ver que las autoridades policíacas ignoraban su identidad. Lo que desconocían era que más de cien años después su nombre no conseguía ser revelado. A lo largo de éste lapso, se especuló mucho respecto con quién podría ser la persona capaz de asesinar a cinco personas sin dejar algún rastro factible; un peluquero, un pintor, un policía y hasta una mujer que se disfrazaba de hombre figuraban en la larga lista de sospechosos. Incluso, se escuchó una historia Real que involucraba al príncipe heredero Duque de Clarence, nieto de la Reina Victoria, en un romance con una plebeya. La habladuría rezaba que las 5 prostitutas asesinadas conocían el idilio secreto, fruto del cual nació una hija, por lo tanto el médico de la Casa Real, Guillermo Gull se encargó de que el escándalo no saliera a la luz pública eliminando a las mujeres.

La serie de crímenes, caracterizados por múltiples mutilaciones, inició el 31 de agosto, cuando se encontró el cuerpo de Anne Mare Nichols conocida como Polly, de 42 años. Media hora antes del hallazgo, fue brutalmente golpeada en la mandíbula inferior izquierda (se presume que por una persona zurda) y su abdomen había sido mutilado, de esta manera cinco niños quedaban sin madre. El 8 de septiembre, una señora que se dirigía hacia el mercado tropezó con el cadáver de Anna Chipman, mismo que carecía de vagina, útero y vejiga extraídos con incisiones limpias y profesionales. A partir del 25 de septiembre llegaron hasta las manos del jefe de la policía londinense cartas firmadas por “Jack el Destripador” haciendo alarde de la perfección de sus crímenes y anticipando futuros ataques.

La madrugada del 30 de setiembre dejaba al descubierto un cuerpo femenino que yacía, cuyas faldas habían sido levantadas más allá de sus rodillas, los despojos pertenecían a la sueca Elizabeth Stride. Esta vez el ejecutor no se había exasperado tanto o quizás lo habían interrumpido, no obstante le fraccionó la tráquea en dos. Casi paralelamente y a pocas calles de la escena se apreciaba otro cuerpo sin vida, identificada como Kate Eddowes quien también había sido degollada de izquierda a derecha y le hacían falta algunos órganos. Así, transcurrieron con una alarmante calma los días hasta el 9 de noviembre cuando se presentó el último y quizá, el más violento homicidio, los restos de Mary Kelly de 21 años fue ubicado en su habitación. La ferocidad de este asesinato asombró a los cirujanos, su cuerpo estaba abatido con múltiples heridas de arma blanca, completamente mutilado y con la arteria carótida seccionada. Después de esto, nunca se volvió a saber del homicida, no hubo cartas ni crímenes; finalmente Jack salió de escena tan anónimamente como había entrado. Las cinco mujeres asesinadas tenían en común su oficio: eran prostitutas, además de matrimonios frustrados, alcoholismo a causa de depresiones propiciadas por muerte de hijos, padres o esposos.

Así, estos hechos parecen tomados de mala película de terror sin calidad, sin embargo, a veces nos cuesta tanto creer que una persona pueda ser tan vil y cruel para cometer este tipo de actos macabros, que preferimos buscarle otras explicaciones dramáticas para disculpar el lado más oscuro del ser humano. Ajustes de cuentas, freno a un posible escándalo Real o repudio hacia las prostitutas, el móvil de la masacre no esta definido y mucho menos su autor intelectual; más de un siglo después lo más sorprendente es que la búsqueda de las respuestas de este hecho han reunido a investigadores, especialistas, policías, detectives y otras autoridades competentes sin lograr desaparecer el gran signo de interrogación que rodea el caso del asesino en serie más famoso de todos los tiempos. ¿De quién será la responsabilidad o insuficiencia? O ¿De quién sería la astucia?